miércoles, 4 de noviembre de 2009

MOUCHETTE Y EL MAL (22 de mayo de 2009)

La verdad es que uno se siente un privilegiado, a veces por cosas tan sencillas como ver una película en compañía. Si me hubieran dicho hace un cuarto de siglo (ejem) que podría pasar una velada en casa de unos muy buenos amigos, junto a otros muy buenos amigos más, disfrutando en unas condiciones de imagen y sonido magnifícas de una película a elegir, por ejemplo, de Robert Bresson, me hubiera parecido tan posible como que los coches volaran. Sin embargo, la experiencia de ver "Mouchette" (1967) de forma casi sagrada ha sido posible, y desde luego forma parte ya de nuestra nueva cultura de la hospitalidad y el placer asociado a ella.

"Mouchette", protagonista del relato, no disfruta precisamente de la hospitalidad de sus vecinos. Es el apodo de una jovencita de espíritu libre, conmovida por la miseria y la desesperanza. Se trata de una película esencial, de una altura cinematográfica que deja perplejo. Como siempre, el estilo seco, particular, voraz en su independencia, liberador de la imaginación del cineasta francés. Cómo consigue que a partir de la rigídez de sus representaciones se complete un retrato de lo espontáneo, de la autenticidad, es un reto poco o nunca superado por otros, es como pedir peras al olmo a cualquier otro cineasta, incluso a sus imitadores o seguidores, algunos de los cuales son referentes del cine contemporáneo. "Mouchette" recuerda a Rosellinni, Vigo, Renoir o Tourneur, y remite estéticamente a Erice, Malle, Lauzon o Oselliani; argumentalmente a Zoncka, Von Trier o los Dardenne; tajantemente al mejor Haneke, cineasta cumbre en la actualidad.

Basada en la novela "Nueva historia de Mouchette" de Georges Bernanos (como "Diario de un cura rural", o como el filme de Maurice Pialat "Bajo el sol de Satán", en el que aparece el personaje llamado Mouchette, en un rol muy diferente) Bresson ofrece un drama brutal en el que la durísima crítica a una sociedad pérfida y despiadada se sitúa, azarosamente, en la Francia poscolonial, pero resulta perfectamente extrapolable a otros lugares y tiempos, en los que la rigidez mental y la violencia estructural hacen buenas migas con el arranque de una época de prosperidad, hasta consolidar un escenario donde el mal se crea y cimenta. Por ejemplo, la nuestra.
Si a nivel argumental la propuesta de Bresson no es insólita en su obra, pero sí en su potencia, la puesta en escena es, como siempre, asombrosa. El empleo del sonido y de los elementos ajenos al campo visual es irresistible: cómo se incrustan en la acción y en la descripción psicológica del personaje principal resulta conmovedor y apabullante. En el desenlace del filme, la pequeña -curiosa, rebelde, desamparada, asustada, herida, violada, humillada, olvidada- quiere asirse a la esperanza, y ser salvada de su determinación de quitarse la vida, cuando escucha el sonido de un motor, el de un tractor conducido por un hombre que, en ese último trance, la deja, también, sola, indiferente a su suerte. Previamente, la presión sonora -y lumínica incluso en los interiores, con los faros de los vehículos invadiendo la única habitación que sirve de vivienda a la familia de cinco miembros- de camiones y coches sobre el personaje pone de manifiesto la advertencia profética del cineasta acerca de las amenazas que se cernían sobre una sociedad cada vez menos inocente, más mecánica y miserable. La metáfora de los coches (incluido algunos tan aparantemente inocuos como los "chocones" de las ferias) es la propia de un sabio.

Se da la curiosa circunstancia -advertida por mi hermosa guionista tras la proyección, y antes de que en la madrugada nos registre el coche la Guardia Civil en busca de "algunas drogas" (a buen sitio van a poner la era)- de que el mismo día que hemos visto este filme, tenemos noticias de la ayuda pública obtenida por nuestra productora para realizar "El sabio mudo": un cortometraje cuya base argumental es, en la práctica, prima hermana del "Mouchette" de Bernanos y Bresson. Este imitador, un servidor, sin influencia alguna en el cine contemporáneo, está desde hace tiempo manos a la obra. Llegar a la altura de "Mouchette" es imposible. Nos quedaremos pues muy conformes, si quedamos al ras de los hermosos zuecos que calza su brillante e inolvidable protagonista, Nadine Nortier.

No hay comentarios: